lunes, 11 de mayo de 2009

Historias bobas sin alquimia por SMS

Esto de las nuevas tecnologías... ahora se corta,luego te llamo...;...ya hablaremos, te mando un mail...
En fin, que cada vez es más fácil entrar en contacto y más difícil comunicarse de verdad y tomarse en serio los mensajes, al emisor, al receptor. Para colmo llega la alquimia, seudo-ciencia de moda en las macro-sociedades occidentales, va y afirma que el Universo conspira para realizar todos nuestros sueños...¡Oh, el Universo!...¿Y qué pinta el Gran Hermano (el de George Orwell, claro) en todo esto?, ¿será el causante de estos desequilirios?... Y nosotros, los de a pie, empeñados en Orwell y en deshacer ese ritmo alquímico natural...¡qué desastre!

Bueno, no sé si entenderán algo de literatura del absurdo, pero debe ser parecido a lo que nos ocurre cotidianamente y a lo que ha venido a convertirse la comunicación interpesonal. Pero, pasemos a la cotidianeidad y pongamos un ejemplo: Uno espera comunicarse con alguién, le llama, descuelga y escucha como única y última frase: "Ahora te llamo"... (y se corta la comunicación). En ese momento se produce la siguiente reflexión del receptor: ¿qué ocurrirá?... Situación de espera, cierta tensión, sensación de conexión universal individualizada y constante: ansiedad... A ver si llega el pip, pip... (porque el ring, ring ya quedó para los nostálgicos... por cierto ¡vaya fiestón lo del sonido polifónico!)

Pero, volviendo a la situación anterior, ¿cuántas veces ocurrirá a diario? Claro, que la palabra ahora es ambigua, y más en estos casos, porque "ahora" ¿qué significa en realidad?, en este preciso instante, minutos después, horas después, dias después, años después...¿Cuál es la medida para establecer el verdadero significado de "ahora" unido al de "te llamo"?

Está claro que esto de estar localizable y fotografiable en cualquier momento en vez de acercarnos nos aleja cada vez más a unos de otros; es como estar encerrados en cavernillas, (en archivos gráficos y de texto), estar clasificados y por tanto olvidados, por el hecho de seguir en todo momento localizados y visionados en el aparatito que nos acompaña diariamente.

¡Y... cuidado el día de trabajo que a uno se le olvida el móvil en casa! peor que morirse... Todos los que te iban a llamar "ahora" te llaman entonces:cuando se te olvida o se te rompe... y ¿cómo? hay que buscar un hueco urgentemente para acudir a recuperarlo; pilas de mensajes, desde "te llevo intentando localizar toda la mañana".. "tiene tropecientos mensajes en el contestador, llame al...", hasta el colega de juergas que acaba de llegar de una año de viaje exótico y salta con el ¡anda, perdona, qué estarás haciendo, que no coges el teléfono!ya estoy aquí, mandame un sms cuando oigas el mensaje".. y más cosas.

No hay alquimia, es evidente, parece que el universo multimedia conspira contra uno, básicamente porque tienes que devolver todas esas llamadas y al final de mes ahí está:¡Oh, no.. la factura del telefonito portátil!

En fin, pasando ya a la literatura pragmática deducimos: "Yo también me estoy volviendo un ser digital, me comunico, sobre todo, a través de los dedos...",no queda más remedio, después de varios sustos con las facturas decides pasarte definitivamente al sms; pero ¿qué pasa?, pongamos otro ejemplo: vas a un concierto sólo, mejor por escrito, porque no oyes, has quedado con gente y... "hola, ya he llegado ¿dónde estáis?"=15céntimos;respuesta:"yo estoy en en la pta 12¿dónde nos vemos?"=15 céntimos; contestación, pensando que se ahorra:"debajo del escenario principal"... Y entonces es cuando el sms empiza a encarecer la llamada."Está hasta arriba, mejor en la barra de la izquierda"15 céntimos más..."No te veo, ¿Dónde andas?"... y ya empezamos con la escasez de espacio "stoy cn + gnt n l barrad l izda frnt l scnario"=15céntimos más... Y así, después de un euro, al menos, de sms te das cuenta de que ya te has perdido la mitad del concierto, que has gastado más que en una llamada, y que los tienes al lado y de tanto mirar para abajo (al móvil), ni los has visto.

Moraleja: la alquimia y el instinto telepático natural son totalmente incompatibles y contrarios al negocio de la comunicación de nuestro "Gran Hermano" y perfectamente podríamos preguntarnos: ¿Pero qué bobos nos están volviendo, no?